miércoles, 15 de diciembre de 2010

La Imagen y el Animal

LA IMAGEN Y EL ANIMAL. Proyecto comisariado por Javier Sánchez. Palacio de los Condes de Gabia, Plaza de los Girones 1, Granada. Del 11 de noviembre de 2010 al 6 de febrero de 2011.

Imagino a un hombre primitivo, habitante de una Europa helada, que pasando el invierno junto con el resto de su tribu en alguna cueva al sur de la actual Francia, ve como las reservas de carne empiezan a escasear y como desde ese momento empieza a trazar las estrategias a seguir para conseguir más. Si yo fuese ese hombre tendría un respeto casi sagrado a esos animales. Pero también al que supone un peligro, al que cohabita en mi espacio, al que algún gesto los hace admirables, a los que vuelan, porque algunos vuelan. Los animales son fascinantes. Por eso su representación, por eso sus formas pueblan cuevas prehistóricas, por eso se apegó a la representación religiosa como símbolo profano, casi demoníaco, por su extraño poder de persuasión, por su capacidad de hacernos parte de la naturaleza, por hacernos sentir un tanto frágiles y desamparados, y más cuando su imagen se dibuja tétrica, cruel, amenazante y despiadada.
Javier Sánchez reúne en este proyecto a lo más granado del arte contemporáneo andaluz, que a través de obras ya realizadas y otros trabajos compuestos para esta muestra, así como piezas hechas in situ, pueblan el espacio expositivo del palacio granadino de un bestiario simbólico que viaja desde el símbolo de culto hasta la efigie propia de la zoología emergente del hombre ilustrado. Y el resultado, la verdad, cuanto menos, no deja indiferente. Bajo una premisa simple, la plasticidad, dejando de lado algunas disciplinas contemporáneas y centrándose en el discurso pictórico y escultórico se trata de establecer un diálogo metafórico capaz de expulsar del resultado final cualquier acercamiento alegórico al animal de un modo histórico. Es el ejemplo del trabajo de Rubén Guerrero, en el que a través de la superposición de abstracciones reflexiona sobre la propia muestra, sobre la utilidad del animal en el arte, o del mismo arte en fin. Mucho más llamativo es el mural de Jesús Zurita, que siguiendo en su línea estética ya conocida por muchos, llena el espacio con una pintura efímera que compone formas que se unen y se entrelazan para crear un amanecer animal o un ocaso sanguinario, en concordancia con una de las constantes en la exposición, un tratamiento visceral de la figura animal, en ocasiones más directo, sin diligencias, en otros casos más lírico casi carnavalesco, como sugiere Marina Vargas en su enfrentamiento de sus reses adornadas, divinas, en una pieza que si se trata de plasticidad, destaca entre todas, sobre todo teniendo en cuenta como se presentan artistas como Cristina Lama o Miki Leal, que parecen no discernir entre fidelidad a una manera y la originalidad del momento, mientras Marina Vargas derrocha imaginación con otra instalación en la que una cabra desprotegida de piel mira con cierto temor lo que pueda salir de una vagina exagerada, o las composiciones puntuales de Domingo Zorrilla, un artista a veces realmente fascinante. Martín Freire aporta una abstracción plástica, incluso al tacto y Antonio Montalvo se ayuda de la imagen del estudio/sala de exposiciones como lugar de confluencia entre artistas, obras y, en este caso, animales, que se expone con la que aparentemente es la joya de la corona, al menos como presencia visual, dos ciervos que aparecen del techo y saltan sobre los espectadores realizados por Santiago Ydáñez, que ya más en su trabajo conocido también expone dos retratos de aves, en una personificación sin componentes puramente humanos excepto la tranquila y a la vez inquietante mirada. Por otro lado, la obra de Pablo Capitán destaca por su simplicidad material y la buena solución que aporta, sobre todo en su pez espada mirando al cielo que recuerda a una antena de recepción. Pereñíguez continúa en su línea argumental de acabados simples, sin efectismos pero llenos de poesía visual en un alarde de buen hacer, al igual que Paco Pomet, que utilizando el medio pictórico en un modo más tradicional es capaz de formular imágenes convincentes, un tanto absurdas y cargadas de mala intención.
No corren buenos tiempos para el arte contemporáneo en la ciudad nazarí, demasiadas polémicas y demasiados enfrentamientos que nunca vienen bien, pero que considero necesarios para el futuro cultural de una ciudad que algunas veces parece olvidar porque llegó a ser admirada. Por eso, proyectos como este, de una altísima calidad artística, de un repertorio realmente bueno, utilizando un edificio que se presta a la perfección para su aprovechamiento visual, donde el diálogo se entabla de un modo inconsciente, son tan importantes ahora, en esta contemporaneidad. Y si además es una persona joven, con expectativas y talento, siempre es más satisfactorio, primero por el ejemplo para muchos, segundo porque muestra que aunque el camino esté demasiado pedregoso todavía se puede andar con paso firme, y tercero porque asegura futuro para el arte contemporáneo andaluz.


Juan Jesús Torres.

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