jueves, 19 de febrero de 2009

Desconocida.

Conexiónnula...
Qué raro este frío que me surge en el estómago y asciende por esa garganta que al parecer, es mía. Qué raro porque me es inevitable vomitarlo y me deja enferma después, aún habiéndolo expulsado, extirpado de mi cuerpo. Parece que se originara ajeno al órgano que lo produce -que sé con toda seguridad, es mío-, aunque en realidad lo que me pregunto es en qué momento mis vísceras dejaron de pertenecerme. O quizás, en qué momento fueron de mi propiedad. Apuro un poco más: la duda que tengo es cuándo tuvieron algo que ver conmigo. No sé, una localización dentro de mí, o un nacimiento paralelo al mío. Algo.Sin embargo, creo que mi diagnóstico tal vez, sea una falta íntegra de cohesión entre lo que es mío y lo que soy yo -el ego y el mei no acaban de ponerse de acuerdo- y luego, en realidad, esa patología que me despierta el frío, no se debe a él, sino a esta desconexión sin escrúpulos que me hace ser una desconocida hasta para mis propios gestos, que no se identifican conmigo, o estas palabras impropias de una boca que perece sin llegar a locuacidad alguna. Que mi voz pueda ser temblorosa y mañana un grito, sin contar con los días que me callo o los susurros que no oigo ni yo -y por tanto, desconozco de mí- no son más que prueba irrefutable de ese alguien inconexo que soy, cuando ni me atrevo a pronunciar tal palabra -yo-, palabra que me nombra a mi, pero nombrando a la vez a una indefinición de magnitud descabellada, o quizá no muy grande, el espacio en el que me ubico y que lleno de ese vacío hueco que es mi incongruencia. Y todo, por esa relación incoherente entre lo que forma parte de este ente mío y lo que es él, en su esencia. Si me obligo a diseccionarme e investigar, puedo saber que mío es el miedo, mía la inseguridad, míos todos esos traumas que no sé bien si lo son, mías las derrotas. Incluso intuyo que poseo todas las letras del abecedario en la punta de mis dedos, o todo el sonido de una palabra en el filo de mis labios. Sin embargo, ni siquiera puedo afirmar que esos labios sean míos, si son de la mentira que se desprende de una ignorancia o de esa mediocridad humana, que también es mía, por supuesto.

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